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Foto del escritorEiman Alsakha Alshaikh

Receta para una ciudad menos solitaria



Según el libro Relational City, una ciudad está hecha por múltiples constelaciones de relaciones, desde las más íntimas como las familiares hasta vínculos menos estrechos como la que tenemos con el conductor de Uber o con los repartidores de comida. A pesar de todas estas constelaciones “disponibles”, muchas personas en ciudades densas sufren de soledad. No es por falta de habilidades sociales sino más bien por un efecto secundario de estar agobiados por las multitudes.



Viví en Nueva York durante unos años y puedo recordar cómo un buen número de jóvenes -solteros y sin compromiso- se mudaban a la gran ciudad con la intención de conocer a la pareja de sus sueños. Lo sorprendente era que, a pesar del haber un buen número de personas que buscaban parejas potenciales, allí era más difícil encontrar a alguien adecuado para ellos. Eran el agobio, las múltiples opciones, los limitados rincones sociales y el ruido externo los que hacían que uno recurriera a su mundo interior y a sus aplicaciones de móvil en lugar de usar la calle para encontrar potenciales amigos o amantes.



Las ciudades son complicadas y requieren una receta perfecta para cocinar la densidad adecuada que promueva un estado mental saludable. Para mí, en palabras muy simples, la densidad perfecta es la gente de un vecindario que no permite que un hijo único se sienta solo y que proporciona a la persona que da de comer a las palomas un espacio seguro para alimentarlas sin estar molestada.



Esta definición recién bautizada tiene muchas connotaciones. Una ciudad equilibrada tiene una densidad manejable. Implica también que las ciudades son diversas y albergan familias, solteros, personas con necesidades especiales y ¿cómo no? personas a las que les resulta “seguro” estar solos. Una ciudad sensata ofrece lugares de encuentro y lugares de descanso donde uno puede recogerse en sí mismo sintiéndose acompañado de lejos y sin verse sobrecargado por humanos, perros o cualquier locura que ocurra en el espacio urbano.

La Estrategia Municipal Contra la Soledad de la ciudad de Barcelona 2020-2030 considera que la soledad es subjetiva y difiere de una persona a otra. La estrategia va más allá y distingue entre la soledad involuntaria (en la que una persona no tiene control sobre su aislamiento) y la soledad personal (en la que la persona no necesariamente se siente sola, sino que más bien disfruta de su aislamiento). Los estudios previos a esta Estrategia definieron dos tipos de soledad en los que uno puede encontrarse: la soledad emocional y la soledad social. En la primera se encontraba la población que carece de conexiones como un mejor amigo o un compañero de vida, etc. En la segunda se encuadran personas que carecen de una red más amplia de relaciones enriquecedoras, como primos, vecinos, amigos y hermanos.



Más allá de las tareas de proyección política, organización y sensibilización que esta Estrategia viene implementando, la reestructuración de la ciudad es una parte importante a la hora de ejecutarla. La reinvención de una ciudad menos solitaria incluye mejorar su espacio público, proporcionar más áreas verdes urbanas y encontrar nuevas soluciones para compartir viviendas.



Henri Lefebvre en su obra ya clásica La producción del espacio afirma que éste se produce y construye socialmente y conforma un conjunto de relaciones humanas.


Si observamos bien, los habitantes de los barrios pueden detectar escenas de soledad y aislamiento en nuestras ciudades: la señora que alimenta a los gatos a primera o última hora del día, el hijo único que apenas juega con otros niños fuera del cole y sólo quiere hacerlo con sus padres cuando está en el parque, la madre soltera que carga el mundo sobre sus hombros, las personas mayores sentadas en el banco deseando encontrar una oportunidad para charlar. La lista es interminable.



¿Cómo podemos conseguir que nuestras ciudades sean más productivas en el sentido lefebvriano?



La respuesta se encuentra en algún lugar entre la reestructuración física y social de los barrios. Físicamente, dotándolo de zonas verdes, rincones peatonales, servicios de proximidad, singularidades de un barrio, etc. Reestructurarlo socialmente pasa por fomentar las relaciones intergeneracionales, ofrecer modelos alternativos de vida, de convivencia y de trabajo, establecer una relación estrecha con los pequeños comerciantes, fomentar una interesante oferta artística y cultural, romper la jornada laboral de 9 a 6 para los cuidadores, etc. El cielo es el límite de estas experiencias relacionales.






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