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Foto del escritorEva Gómez-Fontecha

La calle es de la gente


-¿Cómo has pasado el verano?, le pregunté a Jean-Luc, artista y amigo afincado en Nuakchot (Mauritania)

-Europa me da miedo. Gente triste. Calles sin alma. Viejos en casas de ancianos. Pantallas. Consumir y consumir. Al volver aquí todo esto desapareció, me dijo tras regresar de Francia.



-¿Cómo es Nuakchot?

-Le llaman la ciudad del millón de poetas. Las mujeres llevan sus tradicionales mehlfa y la gente del desierto sus vestidos azules, de modo que hay mucho colorido. Ponen alfombras en la calle, se tumban a tomar el té y charlan.




-¿Cómo es la gente?

-Hay mucha fraternidad. Algo que apenas se ve en Europa son los lugares donde la gente se reúne con herramientas de su oficio en la mano esperando que alguien vaya a buscarlos para darles trabajo. Un modo de relación mucho más natural.






Definitivamente, en el Norte global las necesidades sociales están mucho más cubiertas, pero existen momentos en los que la gente necesita conquistar la calle para construir lo que la ciudad y sus autoridades no les proporcionan.



Ahí es donde el Urbanismo Informal se manifiesta a modo de espacios públicos vecinales, edificios ocupados para gente sin hogar, mercadillos desregulados donde trocar productos y servicios. Son los brotes de supervivencia cuando la planificación urbanística se olvida de trabajar para el bien común.



Adolfo Estalella, profesor de Antropología y Psicología Social en la Universidad Complutense de Madrid, nos cuenta que el Urbanismo Informal ha tomado un nuevo impulso desde la crisis económica de 2008 como una continuidad de los movimientos de embellecimiento y mejoras urbanas del siglo XIX, justo antes de la institucionalización del Urbanismo.


Estas formas de Urbanismo que ahora presenciamos en las ciudades del Norte constituyen en realidad la práctica fundacional de muchas ciudades del Sur global. Lo que antes eran atribuciones del Estado o privilegios del sector privado son tareas asumidas ahora de manera libre y comprometida por el vecindario. Se trata de alumbrar otra ciudad distinta, una vida en común diferente. Es la ciudad como laboratorio y espacio de resolución de conflictos sociales, intervenciones caracterizadas en otras geografías por su temporalidad, el uso de espacios vacantes, la ocupación al margen de la legalidad, la ausencia de financiación privada o pública, la limitación de recursos y la ligereza y provisionalidad de las infraestructuras materiales que se construyen, explica Estalella a lo largo de sus bellos artículos.



La ciudad posee un valor incalculable de socialización y progreso del que debemos ser conscientes que, en su mismo origen histórico, no tiene nada que ver con la concepción del trazado urbano como si (sólo) de un canvas comercial y productivo se tratara. Este debería ser un ángulo a no perder de vista jamás.



Esto mismo han comprendido arquitectos como el sevillano Santiago Cirugeda, fundador del Recetas Urbanas, que lleva más de dos décadas realizando proyectos que podrían ser considerados alegales. Su trabajo presta oídos a las necesidades reales de las personas vistiendo los espacios disponibles con proyectos ejecutados por voluntarios y materiales reciclables. En el documental Why is Santi here? (2018), Cirugeda, invitado a intervenir en la Messeplatz de la prestigiosa feria Art Basel, hace una declaración conmovedora: Como ciudadano hay que cometer ilegalidades para demostrar que esas ilegalidades pueden ser correctas, y pueden producir un cambio de mentalidad, un cambio político. La ilegalidad es algo necesario.



La actuación fuera de los márgenes no debe escandalizarnos. Jane Jacobs en su fundacional obra “The death and life of the great american cities” nos habla de la importancia y el respeto que le debemos a los barrios. Grace Paley, escritora a la que hay que leer al menos una vez en la vida, acompañaba a Jacobs en sus manifestaciones por Nueva York para oponerse a los planes de Robert Moses de urbanizar la cosmopolita Washington Square y recorrerla de norte a sur por una inhóspita autopista.


La fuerza vecinal que protagonizaron personas como estas dos grandes mujeres logró detener aquellos planes y Washington Square se quedó para siempre en lo que es, un símbolo de resistencia y de cultura autóctonas.


-La próxima vez que vengas por aquí te llevaré a ver ejemplos de Urbanismo Informal, ahí la gente no deja de sonreir, le dije a mi amigo Jean-Luc

-¿Qué es eso?

-Ya lo entenderás, y pensé en La Tabacalera de Madrid, en La Térmica de Bilbao, en Esto no es una Plaza de Lavapiés, y tantos otros encantadores ejemplos.


Nuakchot, Mauritania



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