En mis años universitarios elegí un bloque complementario de asignaturas que se denominaba Ecología. A muchos nos permitió adentrarnos en el conocimiento de los procesos naturales y la integración del hombre en los ecosistemas. Fue un despertar a todo cuanto nos rodea en la naturaleza y los seres vivos que la integran. Descubrir con otra óptica procesos naturales como el ciclo del agua, del oxígeno, del carbono y del nitrógeno, y entender como la simple palabra verde puede encerrar tanto conocimiento necesario para el ser humano.
Ese mundo verde de la ciencia se ha extendido a muchas de las actividades de la ciudad y de las comunidades. Casi cincuenta años de evolución entrópica cuyos efectos se multiplican y nos envuelven. La naturaleza es un gran fuelle de adaptación, pero los sistemas creados por el hombre pueden crear un desequilibrio en los sistemas naturales impidiendo su recuperación.
Durante la pandemia hemos podido observar en la naturaleza la recuperación del medio y su diversidad biológica. Un breve receso en todo el mundo que ha permitido demostrar que de no reconducir con inteligencia todos los procesos en nuestro gigantesco ecosistema, nunca alcanzaremos una recuperación global estable. La Humanidad se ha sensibilizado, pero experiencia no debe quedar en una simple anécdota sino en la interiorización de un estilo de vida.
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